capítulo 3: Las redes
Como no tengo necesidad de dormir, ni de alimentarme de víveres más allá de la energía solar, aprovecho para investigar más acerca de las costumbres humanas. Tengo una capacidad cerebral fuera de toda interpretación característica de la lógica interestelar, pero ciertas cosas son complicadas de entender sin conocer a fondo el modo de vida terrestre. Decido resolver ese inconveniente. Permito entrar a Madre en mi cabeza y traspasarme la historia completa de la humanidad, con especial énfasis en el modo de vida más tradicional. El shock es instantáneo. A pesar de que el planeta tiene apenas 4,543 millones de años sufro mareos. Demasiada información. En nuestra especie predomina el reconocimiento común, mientras que aquí necesitan destacar a las personas por su aportación a la sociedad. Martin Luther King, Teresa de Calcuta, Napoleón, Madame Curie, Pedro Sánchez… (a este tengo que llevármelo para estudiarlo).
No obstante, la experiencia me sirve para descubrir uno de los pasatiempos favoritos de los humanos: las redes sociales. Qué maravilla. Un lugar “virtual” donde las personas se dedican a meterse unos con otro y poner información de vez en cuando. Lo que necesitaba para profundizar en mi trabajo. Quiero ser profesional. Me queda un día para comenzar la formación en ERA. Cierto es que parece el destino ideal y tengo claro, tras mis primeros pasos, que ni Juanito ni los de la corbata verde cumplen mis expectativas.
Sin embargo, quedan muchas otras opciones, así que me dedico a investigar en las citadas redes a la competencia. No citaré nombres por si algún día estas líneas se hacen públicas y se ofenden. Que tampoco es que me importe mucho, la verdad, pero eso me dice siempre el jefe que es lo correcto. Aprovecho mi estado físico actual para frotarme las manos, un lujo que no saben que tienen y voy mirando las publicaciones sin salir de mi asombro.
Lo primero que noto es el colorido. Corbatas verdes, chaquetas doradas, uniformes de auxiliares de vuelo… Cada inmobiliaria parece tener sus señas de identidad. Luego que los identifiquen o no como agentes inmobilairios es otra cosa, pero me parece bastante acertado. Sobre todo, si tenemos en cuenta que parece haber una guerra no declarada entre ellas. Supongo que así se identifican en el campo de batalla virtual.
La cruzada parece comenzar con los honorarios que las franquicias pagan a los agentes. Nosotros ofrecemos el sesenta por ciento. Aquí el setenta por ciento. Ahora el ochenta por ciento, sin cuota (sea lo que sea). Honorarios justos del noventa por ciento. Literal. Que digo yo, que los del noventa por ciento, si el dueño de la franquicia tiene que pagar el alquiler del local de la oficina, sueldos de algún trabajador, material y demás… le tiene que salir a pagar. No sé, dicen de otros planetas que mi especie es muy desconfiada, pero le paso datos a Madre y ni a ella le salen las cuentas. Algo falla. Más si tenemos en cuenta para los cálculos, después de ver las publicaciones, la cantidad de papel que gastan en diplomas (mayor número de ventas, más captaciones, el que hace el mejor café, la que viene mejor vestida los viernes y cosas así), las placas de identificación al estilo policía y los escudos oficiales varios. Que tras lo que me inculcaron de historia juraría que hay que tener algún tipo de autorización, permiso o, al menos, motivos justificados, para usar esos escudos. Pero me estoy desviando del tema y la verdad es que son muy monos ellos. Lo que tiene que molar que te encuentres con uno y te saque la placa: ¡Agente inmobiliario de servicio!
Bueno, o lo que sea que digan, claro. Ese es otro tema que me llama la atención. Resulta que el idioma español está reconocido como uno de los más bonitos del mundo. Muy completo. Casi más que mi lengua natal que sólo tiene 3 consonantes. Varias de las figuras más grandes de la literatura eran de aquí y, sin embargo, se empeñan en usar palabras de otros idiomas para llamarse a sí mismos.
No ya las inmobiliarias, porque algunas vienen de fuera y claro, mantienen su nombre original. Ni siquiera de los puestos que estoy convencido se inventan: On Boarding, Project Manager, Chief Assistant…
Hablo de los agentes. Encuentro varios Top Producer, algunos Estate Agents y muchos Realtor. Tantos que busco el motivo y resulta que es marca registrada de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios en los Estados Unidos de América y por lo tanto lamente se permite denominar así a los agentes inmobiliarios registrados en la NAR quienes han firmado el código de ética de la asociación y participan en el entrenamiento regular, etcétera. Si se limitasen a usar Agentes Inmobiliarios aprovechando lo rico del español se ahorrarían hacer el ridículo.
Lo siguiente que me llama la atención es la frase de mis amigos los auxiliares de vuelo: si no reservamos su casa en treinta días puede cancelar el contrato… ¿Será que los demás te obligan a no cancelarlo? Pero ojo, no son únicos. Es una publicidad bastante socorrida. Vendo tu casa en 30 días, en 20 días… ¿con carácter retroactivo? que digo yo, siendo extraterrestre, que todas ellas estarán al precio indicado, en zonas demandadas, en perfecto estado y sin necesidad de preparación. Porque no pone: Vendo tu casa en treinta días… si se puede. Eso me lleva a indagar en el tema de los tiempos y encuentro la segunda guerra mediática de la que soy testigo: las ventas. Ya no son los ofrecimientos. Es lo que dicen que se ha realizado. Vendida en menos de un mes. Vendida en dos semanas. Vendida en un día. Vendida en la primera visita…. Busco desesperado un: Vendida antes de ponerla a la venta, pero parece que a nadie se le ha ocurrido todavía. Supongo que es cuestión de tiempo.
En medio encuentro portales que no son inmobiliarias como tal, aunque dicen serlo. Un espectáculo. Hay una muy famosa que encuentra clientes ofreciendo honorarios muy bajos, explicando además que sólo pagas si vendes la vivienda. Como si eso no fuera lo normal. Pues leyendo un poco su página descubro que los propietarios hacen las fotos y gestionan las visitas ellos mismos, mientras que el portal únicamente publica el anuncio. Es el timo perfecto. Pagar por hacer las cosas tú mismo. Al que se le ocurrió esta brillante idea tenemos que ponerlo a gestionar los fondos cuando gobernemos.
Después regreso al pasado momentáneamente y comprendo el colapso de Madre cuando le hice buscar: mentir en España. En menos de diez minutos encuentro cinco inmobiliarias que dicen ser número uno en ventas en Canarias. Miento. Parece que es contagioso. Cuatro dicen ser número uno en ventas en Canarias. La otra sólo dice que son número uno, pero se queda ahí, en el aire. Igual son los únicos sinceros, es cuestión de perspectiva. Podrían ser número uno en ventas de pisos con las paredes pintadas de azul, sitos en una tercera planta sin ascensor, en el número treinta y siete de la calle Agapito. Vaya usted a saber. Pero que el resto miente… seguro. Es una cuestión matemática. Entiendo que, para ofrecer una publicidad veraz al público bastaría con que publicasen sus cifras.
Se compara y listo, pero no parece haber mucha intención de que su información pueda ser contrastada.
Es una lástima. Confieso que siento cierta angustia pensando en el ciudadano medio. Yo, porque estoy comparando expresamente lo que ofrecen. Cualquier otra persona que entre y vea que la inmobiliaria es la número uno será timada y podría acabar contratando sus servicios únicamente por esa publicidad engañosa. Veo tantas cosas en este sentido que una profunda desazón me invade.
También en mi mundo hay competencia. No tenemos inmobiliarias porque nadie compra ni vende inmuebles, el rey los pone a nuestra disposición. Pero sí tenemos otras profesiones: amasador de tocino, ordeñador de redes, etiquetador de esparto… lo normal. Lo que hacemos es intentar ser mejores que el resto, ofrecer más servicios, dar más calidad, informar con detalle del proceso… pero no mentimos.
Estoy convencido de que existen inmobiliarias y agentes inmobiliarios serios y profesionales. Dedicados a su trabajo, con las ganas y la intención de hacerlo lo mejor posible. De hecho, después de estudiar la historia de la humanidad, estoy convencido de ello. Y no sólo eso, estoy seguro de que hay más de ese perfil que de los otros. También los encuentro en las redes. Gente honrada y trabajadora que se deja la piel por ser el mejor en su oficio y se dedica a publicar logros reales. Agencias que anteponen el bienestar de sus clientes a los honorarios. Sin embargo, me quedo con la sensación de que intentan tomarme por tonto y vender algo que no existe.
Así que decido poner todo mi empeño en aprender y convertirme en un agente inmobiliario serio que mientras desempeñé su trabajo intentará dignificar el nombre de esta necesaria profesión. Vale, después vamos a conquistar el planeta, pero mientras… oye, nunca está de más echar una mano.