capítulo 9: Primera captación

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Tras el descanso nocturno me reintegro en mi forma corporal con una sonrisa en el rostro. Estoy en el buen camino, aunque es cierto que, tanto mi profesor como otras personas de ERA me han advertido que, aunque la profesión de agente inmobiliario puede ser muy reconfortante (pocas cosas hay tan gratificantes como ayudar a que las personas cumplan sus sueños), y proporcionar unos altos ingresos, requiere esfuerzo, dedicación y mucho trabajo duro. No es de hoy para mañana. Se necesita tiempo. Es como nuestra agricultura: plantas una vaca y hasta dos o tres lustros después no florecen los terneros. Para que los clientes te busquen a ti y no al revés, hace falta profesionalidad, honestidad, voluntad, humildad y varias cualidades más que también terminan en “dad”.

El resumen de estos breves datos es que debo tener en cuenta que, en cada elemento de esta vida siempre hay un factor suerte que influye y, en mi caso, encontrar una cliente tan ideal, es la demostración. No todos van a ser así de colaboradores ni se van a mostrar conformes con nuestra oferta y, además, están en su derecho: la compra o venta de una propiedad es algo demasiado personal.

Y justo parto para encontrarme con esa primera cliente perfecta. Esta vez, dado que es algo más formal, es en nuestra oficina. Ahí el profesor le muestra la valoración. No se trata de entregarle un fajo de papeles incomprensible. La vemos en pantalla y él le va explicando cada uno de los factores que le han llevado hasta el precio final, justificando y razonando sus motivos. Intento quedarme no con sus palabras, sino con el tono de voz y la forma de expresarse. No utiliza palabras rebuscadas ni inventa historias imposibles. Es sencillo y directo. Veo que no se trata de una negociación. Al menos, no en este punto. Es la exposición de un trabajo, luego se verá si hay o no acuerdo porque, como me dijo en una de las sesiones, no tiene sentido captar algo si sabes que no se va a vender. Sin embargo, tras la exposición completa la señora nos mira sonriendo.

— La verdad es que es más de lo que pensaba. Estaré encantada de firmar el contrato y comenzar.

 

Ese contrato al que se refiere la señora es lo que llamamos Encargo de Venta (mi memoria aún funciona), que básicamente, es un documento que recoge las condiciones en las que vamos a trabajar. El plazo, los honorarios, la publicidad y hasta el más mínimo detalle. Ella está dispuesta a firmar ya, pero el profesor no se lo permite. Aunque es un documento simple y transparente, sin cláusulas escondidas, prefiere leérselo y que pregunte si tiene cualquier duda. Y eso es lo que hace. La verdad es que sí que debe ser sencillo para los humanos, porque hasta yo lo entiendo sin necesidad de aclaraciones. Tampoco ella tiene dudas y firma el contrato. Mi primer Encargo de Venta. Controlo el impulso de saltar de alegría porque corro el riesgo de vencer la fuerza de gravedad y estamparme contra el techo, así que me limito a sonreír hasta el límite de lo que me permite esta boca humana de postín. La señora pregunta por el proceso y mi maestro, consciente de que no tengo nada mejor que hacer excepto aprender esta profesión, le dice que esta misma tarde podemos ir a hacer el reportaje fotográfico. Le parece bien y así quedamos.

 

En el tiempo de espera hacemos algo que los humanos llaman almorzar. La verdad es que siempre me las he ingeniado para evitar el consumo de alimentos humanos, a excepción de aquel sabroso gofio, porque no tengo sistema digestivo y eliminamos los desechos de una forma muy poco imaginativa pero muy antihigiénica que no voy a molestarme en contaros. Creo que es una buena razón.

Tras el engorroso proceso de deglutir (sigo con el diccionario) un círculo de harina amasada a la que le habían puesto las sobras por encima mezcladas con queso, nos dirigimos a la vivienda. Los humanos no tienen capacidad para transmitirse mentalmente imágenes, así que las fotografías son el método convencional. Algo un tanto prehistórico, pero insalvable. No obstante, no por antediluviano es sencillo. No es cuestión de tomar cualquier imagen, hay que saber hacerlo. Por supuesto no se trata de mentir o engañar, pero sí de potenciar las ventajas que tiene la vivienda. Me lo explica con ejemplos, que es más fácil. Si el inmueble es luminoso, tiene que verse. Abrir las cortinas y que la luz natural inunde la estancia. Si el salón es enorme, hay que colocar la cámara de forma que capte el mayor espacio posible. Y así, con cada una de las habitaciones.

Al mismo tiempo que sacamos las fotos, tomamos imágenes con otro dispositivo para montar algo llamado: tour virtual 360. Tras observar la cara de besugo almidonado que se me queda, me explica que es una aplicación que, tras tomar una serie de fotografías conectadas entre sí, forma con ellas una especie de lugar virtual en el que los interesados pueden moverse a voluntad por la casa. La verdad es que me parece de una utilidad increíble y, además, a cualquiera que no pueda viajar a cuatro veces la velocidad de la luz moviéndose con libertad entre los planetas debe parecerle obligatoriamente un avance tecnológico sin parangón. Casi tanto como el felpudo (mítico en mi raza).

Tardamos más de dos horas y después regresamos a la oficina. Allí me explica, según mi profesor por tercera vez, aunque yo juraría que es la primera vez que lo escucho (estaría recargando energía), el proceso que viene a continuación. Debemos entregarle a la coordinadora de la oficina una serie de información, que es necesaria para llegar a la publicación. Las fotografías, una copia de las escrituras del inmueble que nos entregó la señora (y con eso, al mismo tiempo, pedir la nota simple en el Registro de la Propiedad correspondiente), una ficha que debemos rellenar con los datos de la vivienda, el Encargo de Venta firmado, fotocopia del DNI de la señora, porque al parecer los humanos no tienen la capacidad natural de conocerse por su rostro (si vieran los nuestros entonces que somos todos de un color rojo anaranjado les daba algo) y se hacen unos carnés para identificarse; y el Certificado Energético, que me dice ya ha encargado después de acordarlo con nuestra cliente. Además, pediremos otra serie de documentación para adelantarnos a los acontecimientos futuros, pero esa es la imprescindible inicialmente. Cuando esté todo, la coordinadora se encarga de subir la propiedad a los portales (estarán en el techo), y de esa forma los anuncios serán visibles para los posibles compradores.

 

Al preguntar qué es eso del Certificado Energético recibo otra muestra más del sin sentido de algunas de las normas de este país. Resulta que el documento en cuestión es, como su propio nombre indica, un Certificado que incluye información sobre el consumo de los aparatos eléctricos de la vivienda o las emisiones de CO2 que emite a la atmósfera. En teoría, sirve para que los propietarios puedan buscar fórmulas de ahorro y mejorar la sostenibilidad del planeta. Y digo en teoría, porque es una opción. No hay obligación de mejorar ni la calidad del planeta (si supieran cómo se ve de fuera…), ni el consumo de la vivienda.

Entonces pregunto que, si no es obligatorio hacer ninguna acción, como por ejemplo con los recibos de los tributos, que hay que pagarlos, ¿por qué hay que sacar ese Certificado? y la respuesta es genial: porque es obligatorio. Cuando investigo un poco sobre el tema veo que, en otros países, como en Alemania,  tampoco te obligan, pero al menos te impulsan a mejorar dicha eficiencia rebajándote los impuestos cuanto mejor sea. Aquí no, simplemente es obligatorio, con lo cual, deduzco que esto se le tuvo que haber ocurrido a alguien que esté facturando por los Certificados, es la única opción lógica que se me ocurre.

Tanto hablar de Certificados y tributos hace que me plantee cómo funcionan los impuestos en España. Indago sobre el tema y, tras recuperarme del síncope parcial del ligamento cruzado radial, vuelvo a desmayarme. Entre otros y centrándome en el tema de la vivienda e indirectos relacionados, resulta que se paga al estado: por comprar (transmisiones) y por vender si obtienes alguna ganancia, lo cual le quita gracia (incremento de patrimonio); municipales: por lo que el Ayuntamiento dice que ha incrementado el valor del suelo, aunque lo leo tres veces y sigo sin entenderlo (Plusvalía), simplemente por tener la vivienda (IBI), porque recojan la basura (Tasa de Basura) y mi favorito que no es del inmueble en sí pero está relacionado: el rodaje del coche, o sea, pagar por aparcar en la calle, mi estafa favorita.

 

Eso quiere decir, haciendo una mínima composición de hechos posibles, que, si una persona acepta una herencia en diciembre y vende la casa en febrero, paga impuestos y plusvalía por aceptar la herencia, si gana dinero en la venta (ahí se tiene en cuenta el valor dado en la herencia, aunque no lo hayas ganado en realidad), pagas incremento de patrimonio y de nuevo plusvalía y, como es titular a 1 de enero del año en curso, también paga el IBI de todo el año.

De verdad, los humanos NECESITAN que los conquistemos